16/11/10

El teatro de la vida (Ser o no ser)

Cuando te planteas realizar una sátira mordaz sobre un asunto tan sumamente controvertido –por no decir extremadamente serio- como es el nazismo lo más probable es que te quede un trabajo de mal gusto que sólo consiga provocar rechazo, o incluso desprecio. O esto o eres Ernst Lubitsch. El director, que nació alemán y terminó adoptado por los americanos, desarrolla en To Be or Not to Be una brillante comedia negra sobre la invasión alemana en Polonia, una obra que parodia hasta la saciedad los estamentos jerárquicos nazis basándose en la ridiculización de los adeptos al Führer.

La clave de Ser o No Ser reside en el ritmo frenético que marca Lubitsch a lo largo de la película, con unos personajes que van apareciendo y saliendo de plano de manera constante y que dan pie a una sucesión de escenas hilarantes, donde la comicidad de la situación se exprime hasta el infinito. Es decir, cuando el espectador cree que una escena ya no puede dar más de sí, Lubitsch, mediante un giro inesperado, consigue prolongarla, logrando darle una vuelta de tuerca más al asunto.

Como se ha comentado, el film satiriza el nazismo y se burla de sus adeptos, a los que presenta como individuos estúpidos, cobardes e hipócritas, pero también realiza una aguda crítica del militarismo, por ejemplo, de la jerarquización de la sociedad o de la obediencia ciega.

El acurado guión no permite salirte de la película en ningún momento, y está repleto de diálogos muy buenos perfectamente interrelacionados entre ellos, a través del uso de la repetición en distintos momentos del metraje. El director judío logra construir una historia con un sentido narrativo extraordinario, hilvanando a la perfección todo un conjunto de ideas llevadas con esa elegancia que tanto lo caracteriza, y donde el concepto de representación se sitúa en el centro del huracán. Lubitsch juega con la conjunción que se produce entre el teatro y la vida. Así, los personajes del film son actores de teatro, pero los acontecimientos provocan que también tengan que actuar fuera del escenario. Esta confusión entre una y otra representación estará presente a lo largo de todo el largometraje, pero no se convierte en una película tramposa en ningún momento, porque todo está presentado de forma muy refinada, como sólo Lubitsch podía hacer.


Uno de los aspectos que más inciden en el hecho de que, a pesar de su -en apariencia- intrincada narración, esta obra fluya sin obstáculos y llegue perfectamente al espectador, es la dirección de actores. Las interpretaciones son muy buenas y esto da pie a que Lubitsch pueda jugar con los distintos personajes, a veces dándole a uno el rol principal, para después centrarse en otro y terminar entregando en un cierto momento el peso de la acción al más secundario.

Con una estupenda banda sonora, a cargo de Werner Heymann, que acentúa magistralmente la comicidad de algunas escenas –y también el drama de otras- y con una ambiciosa fotografía, el director alemán logra crear una comedia  ácida, especialmente corrosiva. Para conseguirlo se sirve de muchos aspectos técnicos propios del género, como son la utilización de planos medios o americanos para dar al espectador una idea de conjunto de la escena. La cuestión aquí es lograr un encuadre óptimo para que la acción y los diálogos no dejen lugar a una posible confusión.

Además, los espacios por donde se mueven los personajes son totalmente diáfanos, otra de las características importantes del género. Y es que todo tiene que confluir y poseer la suficiente transparencia para logar llevar a cabo una de las parodias más arriesgadas pero también más solventes que existen en el mundo del cine.


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada